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Manuel Simón Viola
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"Colaboraciones
de Antonio Reyes Huertas en la Revista de Morón y Bético-Extremeña" |
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COLABORACIONES DE ANTONIO REYES HUERTAS EN LA REVISTA DE MORÓN Y BÉTICO-EXTREMEÑA
Si hubiera que valorar el grado de acierto de la UBEX al proponer el estudio de una publicación periódica como la Revista de Morón y Bético-Extremeña, bastaría recordar cómo el análisis de las revistas permite completar el panorama de un periodo literario, pues los escritores nunca rechazaron la colaboración en estos órganos. Como La revista de Extremadura (1899-1911), como Archivo Extremeño (1908-1911), la Revista de Morón y Bético-Extremeña (1914-1918), ejerció un notable poder de irradiación, pues la revista se adelanta siempre al libro en este cometido de anunciar derroteros estéticos y orientaciones intelectuales. Se da la circunstancia, por lo demás, de que las colaboraciones de Antonio Reyes Huertas en la Revista de Morón y Bético-Extremeña, no muy numerosas, cubren por completo el amplio abanico de su producción literaria. Y así, encontramos poemas, estampas (“Las víctimas”), fragmentos de sus primeras novelas (Los humildes senderos, La sangre de la raza, La ciénaga), artículos políticos (“El baile puede continuar”), notas históricas (“Los moriscos es Extremadura”), reseñas de la obra de otros autores (Federico Reaño), reseñas que otros colaboradores elaboraron sobre su obra narrativa, e incluso evocaciones (A. de Mirabal, seudónimo de Manuel Sánchez Cuesta, director de Noticiero Extremeño) sobre la figura del novelista en su finca de Campos de Ortiga [1] . Aunque no desdeñaremos las consideraciones vertidas en ellas, dejamos fuera de este sucinto análisis aquellas colaboraciones que tienen un menor interés literario como “Siluetas extremeñas. Federico Reaño” (a quien Reyes Huertas reprocha benévolamente el cultivo de una literatura satírica, esas “preciosas bagatelas”, y le insta a que “se inspire no solo en los flacos sentimientos de las debilidades humanas, sino también en las grandes virtudes de la raza”), “Los moriscos de Extremadura” (comentario sobre una edición para bibliófilos de la Academia Española de un manuscrito del capitán Alonso de Contreras en que se relata un intento de sublevación de los moriscos de Hornachos), y “El baile puede continuar”, en que al hilo de una crisis de gobierno en 1921 se traza un crítico retrato de la clase política sumida en rencillas banales, de espaldas a los graves problemas del país (sin ejército, sin Marina, con una agricultura rudimentaria, obligado a importar los bienes necesarios, minado por corrientes revolucionarias subterráneas, en que “la star no deja de funcionar”). Dedicaremos nuestra atención, por el contrario, a las aportaciones más específicamente literarias: poemas, estampas y novelas.
POEMAS
A Extremadura,
región periférica y mal comunicada, las corrientes innovadoras suelen
llegar con retraso. Badajoz, por ejemplo, era, en 1900, una pequeña
ciudad fronteriza y amurallada en donde lo militar gozaba de gran prestigio
(debido, en gran medida, a la tradicional y cíclica amenaza portuguesa).
La ciudad vegetaba en un ambiente calmo y cifraba su vida cultural en
bailes en el Liceo de Artesanos o en el Casino de Señores, conciertos
en los paseos con rigurosa separación de clases, corridas de toros y
representaciones de zarzuela. Este panorama
social estancado va a conocer, sin embargo, en los años que siguen un
florecimiento cultural protagonizado por un grupo de jóvenes que consiguen
aunar en torno a ellos a artistas y escritores de edades muy diferentes.
"...jóvenes, de encontradas tendencias políticas, coincidieron
en su afán de intervenir en la vida cultural -un tanto mortecina- de
la ciudad (...) El maestro
Caballero, don José Canalejas, don Jacinto Benavente y otros prestigios
nacionales, intervinieron en diversas fiestas del espíritu. Hermoso
y Covarsí, Pérez Comendador, Aurelio Cabrera y Torres Isunza, iniciaban
sus triunfos en las Exposiciones Nacionales de pintura y escultura.
La intelectualidad
de Cáceres se agrupaban en las páginas inolvidables de la "Revista
de Extremadura". En la célebre "camilla" (del Ateneo)
debatíase, cuerpo a cuerpo, la eterna lucha entre dos generaciones.
De un lado los viejos, aferrados a sus poetas neoclásicos, a Campoamor
y Núñez de Arce, frente a nuestra bandera "modernista" con
Villaespesa y Rubén Darío. Echegaray contra Linares Rivas y el autor
de "La Malquerida". Ortega Munilla, Morote, Antonio Zozaya
y demás "cronistas" ampulosos y sentimentales, frente a la
inquieta prosa renovadora de Azorín y a la musicalidad poética del estilo
satánico de Valle Inclán en sus "Sonatas"
[2]
Los "jóvenes", que naturalmente
no mostraron un mismo grado de apertura a estos nuevos aires, constituyen
la aportación extremeña a la Generación de Fin de Siglo nacional. Son
poetas como Gabriel y Galán (1870), Luis Grande Baudesson (1874) y Manuel
Monterrey (1877), narradores como Reyes Huertas -1887- (que se revelará
como poeta), Diego María Crehuet (1873) y José López Prudencio -1870-
(cuya labor más destacada es la filológica y crítica). Enrique Segura
(Estella, 1882, afincado en Badajoz desde 1898) acompañará al grupo
como testigo con colaboraciones más esporádicas -a él le debemos un
relato fiel de la intrahistoria de la vida cultural pacense y de las
relaciones entre ellos-. De todos
los géneros literarios (narrativa apegada a modelos decimonónicos, teatro
regional casi inexistente, la poesía es el único que alcanza, y lo hace
muy pronto, el pulso de la modernidad. Frente a las manifestaciones
epigonales de una estética romántica, y a una Poesía regionalista dignificada
por el innegable acierto versificador de Gabriel y Galán (al que siguen
epígonos como Luis Grande Baudesson o Diego María Crehuet), pero considerada
a la postre como manifestación de “arte viejo”, el Modernismo irrumpió,
en cambio, con toda la fuerza de lo nuevo. Enrique Segura ha contado
el recibimiento entusiasta y unánime con que fue recibida esta poesía:
"Recordemos que así llegó un día de mayo "Azul", de Rubén
Darío. El portador de este mensaje era Manuel Monterrey (...) Todos
ingresamos voluntariamente en las filas del Modernismo"
[3]
. La visita de Francisco Villaespesa a Badajoz acabó
por inclinar la voluntad de los jóvenes poetas en esta nueva dirección
y recuerda inevitablemente el deslumbramiento ejercido por Rubén
en los cenáculos madrileños: "Francisco Villaespesa estuvo entre
nosotros una breve temporada en el otoño de 1904. Convivimos con él
e intimó con Manuel Monterrey". El Modernismo tiñe a partir de entonces la
obra de poetas y narradores. "Ni López Prudencio ni nadie pudo
evadirse de tan terrible contagio"
[4]
. El primer libro de poemas que aparece en la estela
de la nueva sensibilidad es Mariposas
azules (Manuel Monterrey, 1907), el mejor representante de un Modernismo
no regionalista en Extremadura.
Fue en estos años de ruptura con la tradición
cuando Antonio Reyes Huertas, tras su salida del Seminario (1907) entra
en contacto con el grupo pacense: "Aparece
Reyes Huertas -recuerda Enrique Segura- en momentos de ufanías espirituales.
En el Café de la Estrella del Campo de San Juan, entre espejos y divanes
de peluche rojo, un grupo de jóvenes, presa del Modernismo, discutíamos
a voz en cuello la Sonatina de Rubén Darío, versos de Santos Chocano
y de Villaespesa o la prosa cantarina de Valle Inclán, atacando a las
Doloras de Campoamor o las Odas frigoríficas de Núñez de Arce,
defendidas por los recalcitrantes"
[5]
Antonio Reyes Huertas y Manuel Monterrey ofrecieron durante algún
tiempo unas trayectorias literarias paralelas. El escritor de Campanario
se inició como poeta en sus años de seminarista con una autoedición:
Ratos de ocio (1905). Después de abandonar sus estudios eclesiásticos,
funda una revista de vida breve en la capital pacense (Extremadura
Cristiana) y, tras una corta estancia en Cáceres (dirigiendo Acción
Social), regresa a Badajoz para trabajar como redactor y poco después
como director (durante 1911) de Noticiero Extremeño. Coincidiendo
con su labor periodística en el diario pacense, publica Tristezas
(1908) y La nostalgia de los dos (1910). En este último año,
en fin, aparecería Nostalgias, un librito de Monterrey y Reyes
Huertas, que habían conseguido ex aequo el primer premio de poesía
convocado por la Congregación de Luises de Badajoz (entre febrero y
marzo de este año Noticiero Extremeño publicaría las composiciones
de ambos).
Si Gabriel y Galán halla sus referentes en las escuela Salmantina
del siglo XVI, en especial en Fray Luis de León, al que añade ciertas
predilecciones románticas, y un rotundo rechazo de influjos foráneos
(es decir, modernistas: “pajarillo del barbecho / y no lorito real”;
“yo jamás me he nutrido / con pan de terruño ajeno”), Reyes Huertas
compartirá con él sus predilecciones clásicas (huellas de Fray Luis),
pero se sentirá atraído, de igual modo, por un modernismo formal, despojado
de sus manifestaciones más perturbadoras (el vitalismo desenfrenado,
los comportamientos antiburgueses o amorales, el erotismo, los paraísos
artificiales, el cosmopolitismo, la bohemia, el dandysmo...). Como hará
López Prudencio, defenderá un Modernismo revitalizador del pasado (del
léxico, de formas métricas olvidadas, del aprecio por nuestros clásicos...)
que, en el fondo, no es sino un Romanticismo depurado de las impetuosas
exhibiciones sentimentales y del retoricismo violento.
A este modelo neorromántico, próximo a Bécquer
y al primer Juan Ramón, se ajustan algunas composiciones aparecidas
en la revista:
ROMANCES FLORIDOS II
Mientras
la virgen sonríe durmiendo sueños de dicha, con el ala en los cristales toca la azul golondrina. Y
oye la virgen en sueños que dentro del alma vibra el preludio misterioso de una música divina...
Despierta
sobresaltada y abre la ventana tímida, y solo escucha en la calle invariable y monorrítimica la canción que canta siempre la llovizna...
[6]
[...]
Otras composiciones, sin embargo, se sitúan
en la vertiente parnasiana del Modernismo.
ROMANCES FLORIDOS VI
En el salón, hilando hablan las tres princesas; la mayor es hermosa: tiene los ojos claros: la segunda princesa tiene el mar en los ojos y la princesa niña tiene el alma de un nardo.
-Cuando venga de Oriente –dice una- cuando suenen los agudos clarines anunciando un paso me asomaré a la torre más alta del castillo y tendrá una sonrisa como flor de mis labios.
-Vencedor del torneo –dice la otra princesa- cuando vengas a verme te estaré yo esperando con mis galas brillantes, con mis joyas mejores y la joya del pecho te daré por regalo.
La princesa niña calla... calla y suspira mientras hila los copos... ella está recordando que en el jardín florido le ha dicho Gerineldo que es blanca y es pulida como el alma de un
nardo
[7]
.
Similares rasgos formales pueden verse en
otro texto publicado en la revista, “Sonata del sol”, que ya anuncia
el título sinestésico (polimetría, pluristrofismo, musicalidad, brillantez,
efectos cromáticos y sonoros, usos de pies acentuales –el poema emplea
el mismo ritmo dactícilo que “Marcha triunfal” de Rubén Darío-, ornamentación...),
pero su contenido acaba por constituir una oración de acción de gracias:
[...]
“Es el sol radiante que Dios nos envía, el sol de mi tierra que es luz y alegría y vacía en mis campos su rico tesoro: ¡La rancia y antigua nobleza del oro y el regio aparato de su pedrería! Sol brillante que abarca y que inunda los mundos abiertos que en luz colorea y en luz tiene el germen que encarna y fecunda y el soplo del fuego que anima y que crea. Sol de triunfo
que espléndido brilla
y esparce la rica semilla de vida latente que encierra y al mundo recuerda la gran maravilla de aquel sol heroico que tuvo Castilla!”
[8]
.
ANTIMODERNISMO
Pero Reyes Huertas militó también en las filas de un “antimodernismo”
que, como ocurre a nivel nacional, podemos encontrar en Extremadura
desarrollado mediante la crítica o la parodia. Y así enjuicia en 1910
el libro, recién aparecido por entonces, de Manuel Monterrey, Palabras
líricas: "Sobre parecerme este poeta un modernista
insincero y por contagio, influido a veces por Ruiz Jiménez [sic] y
a veces, pocas, por Villaespesa, le veo algo desigual, vacilante, sin
saber por qué decidirse: si por los rumbos de los sentimientos vigorosos
y viriles, reales y vividos, o por las sensaciones tenuísimas de un
lirismo pesimista y aquilatado. Duda, y es que las lecturas últimas
le hacen dudar; creo que no ha formado todavía el propósito de marchar
ya decidido por un camino solo: el suyo. Las lecturas que ha tenido
acaso le hayan hecho más perjuicio que otra cosa [...] Yo quisiera que
este Monterrey modesto, humilde, con un alma grande y un gran corazón
tomase otros rumbos más trillados, es verdad, pero más seguros. Que
cantase la vida esta de nuestra provincia, sin hadas misteriosas, ni
jardines con luna, ni fuente con linfa, sino vida tranquila y apacible
o la bulliciosa y agitada, pero la vida verdad, la vida que vemos..."
[9]
De los
autores que mostraron reticencias perceptibles a la nueva estética,
la posición crítica más comprensiva para con los autores jóvenes está
representada en la región por José López Prudencio quien, al prologar
el más novedoso y brillante libro de Monterrey, Mariposas
azules, tiene buen cuidado de distinguir entre un modernismo moderadamente
innovador en el que sitúa a Monterrey ("un romanticismo, depurado
de aquellas furiosas impetuosidades que fatigarían el reposado y negligente
espíritu moderno") de las manifestaciones más radicales y perturbadoras:
"Esos artistas que han tomado como emblema de su vida el
hastío excéptico [sic] y estéril, más fingido que sentido, no tienen
de común con Monterrey, más que la semejanza en ocasiones de los medios
artísticos [...] Toma de la nueva tendencia literaria lo indiscutiblemente aceptable,
la riqueza de la métrica, lo vago y apacible, pero intenso y profundo
de las sensaciones que produce la realidad y lo muellemente emocional,
que tienen las idealizaciones indeterminadas de las aspiraciones a los
ideales"
(López
Prudencio, J. Prólogo a Mariposas
azules) La nueva
literatura se vio atacada también desde posiciones visceralmente conservadoras:
"Y cierto, no es español
ni está ni estuvo en el genio de nuestro pueblo, ni arraigó, ni quiera
Dios que arraigue en la vida española, ese Arte que en la historia lleva
el nombre de "pagano" y de "renaciente"; divinización
de la materia, falseamiento de la belleza, corruptor de la vida, escándalo
del género humano, faro del demonio, ruina del pueblo y perdición eterna
de las almas.
¡No! No es español
eso del "Arte por el Arte" que en suma es, prácticamente,
el arte del desnudo material y moral en la forma plástica... y en las
ideas y en las costumbres.
La España católica o tradicional, los católicos españoles, nuestros
padres rechazaron siempre esas desnudeces paganas y renacientes ¡y con
más ahínco y severidad cuanto más seductoras, ya que con verdad objetiva
no podamos decir que más artísticas!"
(Sánchez
Asensio, en Diario de Cáceres,
9 de agosto de 1912)
La parodias,
por último, sintieron una especial predilección por los aspectos más
novedosos y chocantes (nuevas estructuras métricas, neologismos, referencias
culturales, rimas anómalas...).
La plata de la luna prestigia el tejado. Un gato y una gata junto
a la chimenea,
maullan añoranzas invernales. Al filo de la aurora, que alborea,
un aguerrido y "suculento" gallo sobre un montón de
leña trompetea. La señorita Primavera despierta, se estiranca,
parpadea,
y, saltito a saltito -como en el Boticelli- se encamina a la
aldea.
.....................................................................................................
El sol su sinfonía preludia por las cumbres,
d'el aldea se desprenden los humos de las lumbres
que "pucherantes", crecen [sic] "flatulentas" legumbres.
Los pajarillos cantan, las nubes se levantan,
los "agri-productores" el desayuno yantan;
salen, multiveredean, y en el campo se plantan" (Soriano, Eloy. Fragmentos de Introito)
NOVELAS Y ESTAMPAS
La trayectoria narrativa de Reyes Huertas
se inicia con Lo que está en el
corazón (1918) a la que siguen La Sangre de la raza (1919) y Los
Humildes senderos (1920, compuesta en 1917). Estos títulos, en especial
el segundo, le darán a conocer fuera de la región, otorgándole una aceptación
lectora que se mantendrá sustancialmente fiel a lo largo de los años.
Reyes Huertas publicó en la revista
entregas de Los humildes senderos (abril de 1919) [compuesta
en 1917, publicada en 1920], La sangre de la raza (junio de 1921)
y La ciénaga (octubre de 1920) [publicada en 1920]. A pesar
de que los textos teóricos en que Reyes Huertas aborda su concepción
de la novela son escasos y dispersos en el tiempo, estos sorprenden
por la gran similitud en sus formulaciones, por una coherencia estética
e ideológica que es preciso poner en relación con su formación intelectual
y literaria. Sabemos que, por lo que respecta a la novela, el escritor
educó su gusto en los narradores del Realismo decimonónico, algunos
de los cuales (Pardo Bazán, Palacio Valdés, Galdós, Blasco Ibáñez) prolongan
su producción en las primeras décadas del siglo XX. Resulta esclarecedor
cómo al reflejar -en carta a Manuel Monterrey, fechada en mayo de 1944-
su desconcierto ante la pobreza del panorama literario regional, indicio
por lo demás de su aislamiento de los círculos culturales, recuerde
por contraste la alta talla artística de sus maestros: "Yo vivo
al margen de todo este movimiento "renovador", que cada día
está alumbrando un genio nuevo. Me he colocado en plan de espectador
pasivo [...] Y estoy siempre con el ansia de hallar algo que verdaderamente
merezca la atención. A veces, incitado por los reclamos, pico en leer
esto o aquello. Defraudación y sólo esa palabra me acompaña en mi curiosidad.
¡Manes de Pereda, de Galdós, de Alarcón, de Palacio Valdés, cómo sufrirían
ante los nuevos genios verticales y horizontales!"
[10]
A diferencia
de otros escritores que crean de modo más o menos intuitivo una obra
narrativa y más tarde teorizan sobre ella, en Reyes Huertas encontramos
muestras tempranas de sus opiniones sobre el arte de novelar. En una
reseña a Palabras líricas de Manuel Monterrey (Noticiero extremeño, 2-XII-1910) afirma:
"El Naturalismo bien entendido ha sido siempre el principal mérito
del arte", formulación matizada en un artículo del mismo año ("Cosas
extremeñas. La vida literaria", Archivo
extremeño, 1910, siete años antes de componer su primera novela):
"y al decir natural no me refiero al sentido naturalista
o materialista de su escuela [de Zola] sino al arte de lo real". Tras trazar
en este breve ensayo un rápido esbozo del panorama literario en la región,
Reyes Huertas ataca a Felipe Trigo con las palabras más duras que utilizó
nunca al enjuiciar la labor de otro novelista: " ...la novela es
siempre una acción desarrollada
con un fin. En Felipe
Trigo, esa acción y ese fin yo no los encuentro. Las tesis de Felipe
Trigo no son tesis, son hechos aislados que nada prueban. Escenas de
verde subido que si algo demuestran es el error del mismo autor". En estas
citas aparecen ya condensadas las nociones básicas que sustentarán más
tarde su producción narrativa: la novela debe procurar el reflejo de
lo real (deber ser "una ventana con vistas a la calle", una
"epopeya de la vida cotidiana"), pero mostrar la realidad
es casi siempre una invitación a cambiarla en un sentido o en otro;
el narrador, consciente de la utilidad de su arte, propone modelos de
comportamiento (novelas de tesis), atenderá a su entorno (describiendo
lugares concretos, costumbres vernáculas), utilizará personajes genéricos
(tipos).
Si la
verosimilitud (la "fuerza de verdad" que debe haber en toda
novela) es una de sus preocupaciones como novelista, la otra es el sentido
moral, y aun moralizante, de sus relatos dentro siempre de la más estricta
ortodoxia católica. Eludiendo considerar cómo el segundo rasgo de su
universo narrativo niega, en parte, al primero, Reyes Huertas reaccionó
duramente contra cualquier manifestación naturalista, hasta el punto
de que si su obra es buen ejemplo de "seguidismo" estético,
también lo es de una rebeldía ética contra las manifestaciones más avanzadas
de la literatura finisecular: el modernismo, el decadentismo, el simbolismo
o las manifestaciones epigonales de un naturalismo aplicado a temas
eróticos (durante algún tiempo llegó a utilizarse el epígrafe "arte
neurótico" para designar, sin intención peyorativa, esta literatura.
Resulta interesente recordar que esta es precisamente la enfermedad
que aqueja al protagonista de La
Sangre de la raza cuando regresa de Madrid impregnado de "esas
novelas galantes en que había abrevado hasta ahora su estragado gusto
para no concebir otro mundo que el de cocottes,
mujeres fáciles...", pág. 40)
[11]
Como se
ha señalado repetidas veces, Reyes Huertas refleja la problemática extremeña
desde su personal visión humanista cristiana, condicionada además por
su propensión a las actitudes conciliatorias. "Porque si bien es
cierto que todo lo que Reyes Huertas escribe es auténtico, no lo es
menos que también en el agro español anida toda una viva problemática
social que el autor, con demasiada frecuencia, soslaya"
[12]
. Es cierto
que denuncia el talante prepotente de los poderosos: corrompen el sistema
de representación popular, son avaros, insolidarios... (denuncias que
le ocasionaron serios disgustos -toda una campaña de difamación- como
declara en carta a Manuel Monterrey: "Varios que se creyeron aludidos
o en quien la mala intención ajena personificó aquellos vicios políticos
y sociales, no me lo perdonaron nunca. Y la manera de negar efectos
a su sambenito era la de desprestigiar al escritor que se los puso"
[13]
), pero también es incuestionable que Reyes Huertas
cifra, con frecuencia, las soluciones más en un pasado que añora que
en un futuro que intuye cargado de amenazas.
Como ha
analizado en un ensayo reciente Luis Sáez delgado
[14]
, la literatura regionalista, y por tanto la de Reyes
Huertas en sus novelas y estampas, tiende a contrastar el presente con
un pasado arcádico inexistente, sencillo y feliz, sin tensiones sociales
ni problemas económicos, que A. de Mirabal sintetiza en una formulación
escueta: “Paz en el espíritu, fuego en el hogar bajo la gran chimenea
de campana, trigo en las trojes, salud en los campos” La evocación nostálgica de una Extremadura idealizada de la que hablan los viejos (“un noble y rancio vivir español”), presente en todos los autores regionalistas (Reyes Huertas, F. J. Sancho González, Gabriel y Galán, Chamizo y todos sus numerosos epígonos), traduce la inquietud ante el futuro, al sensación de un mundo rural asedidado por el acoso de ideas nuevas y costumbres urbanas, todas perniciosas:
Hablan los viejos de un noble y rancio vivir español. Evocan la
perspectiva de la mies en los días de Junio, los rubios montones de
las eras bajo el sol de Agosto y el collar de oro del trigo, aventado
por las palas primero y desgranado después sobre los surcos abiertos. La aldea parecía entonces más
alegre, más dulce, más sencilla, más aldea. La holgura se derramaba
como una bendición de Dios sobre los firmes hogares. Había pan de trigo
molido en la aceña y vino espumoso en los jarros pintados de Talavera.
Manos de abuela hilaban el lino y lo urdían en el propio telar, y la
lana merina calentaba más, cardada por ellas mismas y torcida en la
rueca de castaño que se heredaba de madres a hijas, como una noble tradición.
Y en las noches de invierno, mientras aullaba el lobo y el huracán relinchaba
el las chimeneas, junto al tronco de encina hervía en todo hogar la
olla de carnero, abundante y sabrosa, para la cena. He ahí el castizo y austero
vivir español que tuvieron nuestros antepasados...”
(Los humildes senderos)
Frente a
la expansión del socialismo ("una barbaridad, sin pies ni cabeza")
desde los núcleos urbanos al mundo rural, Reyes Huertas predica la práctica
de las virtudes cristianas, el regreso a una estructura social jerarquizada,
basada en la sumisión, y engrasada por el amor y la caridad, y en este
sentido, el novelista fue un acertado diagnosticador de los males de
Extremadura pero las soluciones propuestas adolecen siempre de una sorprendente
ingenuidad (en un hombre nada ingenuo), de un marcado elementalismo
y de una patente ceguera en el futuro. "Se le escapa, sí, la cuestión
agraria a niveles colectivos, la situación angustiosa de tantos yunteros
o jornaleros de la región que, sin embargo, se niegan a emigrar porque
esperan y creen en la cercanía de una profunda reforma agraria"
[15]
. El pensamiento
social de Reyes Huertas, por lo demás, está estrechamente vinculado
a la doctrina social de la Iglesia, representada en la región en la
línea editorial de Noticiero Extremeño (del que sería director
durante varios años) y formulada en varias encíclicas, en especial Rerum novarum, promulgada por León XIII en 1891, en donde, tras rechazar
la solución socialista, se establecen las relaciones entre patronos
y obreros y se señalan sus derechos y deberes. No sería
difícil espigar en sus novelas fragmentos que configuren una posición
ideológica similar a la mantenida por la Iglesia en torno a la denominada
“Cuestión social”, definida desde esta perspectiva conservadora como
el trastorno producido por el encuentro
del progreso material con la inobservancia o decaímiento de los principios
ético-sociales, circunstancia que produce un vivo malestar en todas
las clases sociales y una especie de antagonismo entre las mismas. La
actitud de los autores de la “Escuela
Social Católica” se enfrentaba tanto a las escuelas individualistas
(no es posible dejar al hombre abandonado al interés personal, el trabajo
del hombre no debe ser una mercancía cuyo precio regule la oferta y
la demanda) como al socialismo (que, en su opinión, niega la propiedad
privada, la religión y la familia; rechaza asimismo el materialismo
histórico y la lucha de clases: “la sociedad perfecta no será nunca
aquella en que no hubiese ningún propietario, sino aquella en que todos
fuesen propietarios”). Los remedios propuestos son de orden moral
(fraternidad
entre los hombres, moralización
de las clases sociales que impida la explotación de los débiles, mujeres
y niños) y socioeconómicos (atemperación del derecho de propiedad: disminución
de los latifundios, obligación de cultivar las tierras, establecimiento
de impuestos moderadamente progresivos, propiedad colectiva para los
municipios, obras pías, uniones profesionales (los antiguos gremios)
y la Iglesia (con constante recuerdo de la Desamortización, que la despojó
de medios asistenciales y benéficos), creación de instituciones de ahorro,
de seguros, patronatos legales, escuelas gratuitas, descanso dominical.
Frente a los sindicatos amarillos (patronales o mixtos) y los rojos
(socialistas) se proclama la necesidad de sindicatos católicos (blancos),
como paso intermedio hasta la creación de Federaciones patronales-obreras
con instituciones de conciliación y arbitraje
[16]
Reyes Huertas
puede ser calificado como un "realista costumbrista" rezagado
[17]
. El Realismo como arte de novelar se traduce en ciertos
caracteres técnicos como la omnisciencia, la observación directa del
natural, la documentación y la actitud de cronista, de "historiador
del presente" que no interfiere en el relato con tomas de postura
personales, todo ello desde una apariencia de imparcialidad, pues el
artista tiene que estar en su obra como Dios en la creación, invisible
aunque todopoderoso; tenemos que sentirlo en todas partes, pero no verlo
nunca. Estas
aparecen, formuladas como tesis, en boca de algún personaje (un boticario
en La Sangre de la raza, un sacerdote o un
militar retirado en Agua de turbión...).
Ya vimos cómo muy pronto el escritor manejó eficazmente unos procedimientos
narrativos asimilados, sin duda, en su periodo de formación y cómo permaneció
fiel a ellos a lo lago de su trayectoria (fenómeno que se traduce en
el hecho de que sus obras no muestren un proceso de perfeccionamiento
creciente; al contrario, pronto escribe novelas logradas, mientras que
su producción posterior, por reiteración mimética del modelo, por cansancio...,
presenta notables altibajos). Al igual que otros escritores regionales
de la misma época (Baudesson, Trigo, Monterrey...) falta en él esa noción
moderna de la condición efímera de los estilos, del constante sucederse
de corrientes. Con el paso del tiempo, el escritor, empecinado en sus
propios postulados estéticos, reconcentrado en su obra, fue aislándose,
ajeno ya por completo a la evolución de la prosa española en el siglo
XX. La verosimilitud,
la autenticidad de los tipos y del medio, las tesis ("la novela...
es siempre una acción desarrollada
con un fin") -nociones básicas en el pensamiento del escritor-
se encuentran ciertamente limitadas por los condicionamientos previos
que pone a su novelar (de tipo ideológico y moral, "Antes rompería
mi pluma que dar a la imprenta algo que pueda avergonzar a mis hijos
o gravar mi conciencia42"). Sin embargo, situado como
cualquier otro escritor en una encrucijada de tendencias, Reyes Huertas
no fue insensible del todo a otras corrientes coetáneas del Realismo
o posteriores a él, y así pueden rastrearse efluvios de un Naturalismo
sin contenido ideológico cuando narra crudas escenas campesinas como
"la caza del perdigón" (cap. VII) o describe "la matanza":
"A grandes tirones desmenuzaban las
cortezas correosas, embadurnándose el rostro con la grasa y haciendo
caso omiso de los escrúpulos. Seguían con sus chanzonetas agresivas
y apostaban a ver quién comía más. Alguno había que amenazaba beberse
tres azumbres de vino. -Están ya tóos calamocanos, ¿sabe usté, señorito?
-disculpaba la Antonia. Un vecino de La
Cancha brindó cortesano a Medina un trago en una calabaza que le acercó,
asegurándole que sabía mejor el vino contenido en ella. Mostrabásela
sonriente, con los labios churretosos y las manos relucientes de pringue.
Y Medina, entonces, no pudo resistir más: sintiendo ascos, náuseas,
repulsiones que le levantaban el estómago..." (Pág. 77)
En otras
ocasiones pueden hallarse influencias de la nueva literatura, adherencias
del Modernismo o de la Generación del 98, en pasajes muy cercanos a
sus modelos:
"Un
acento infantil arrulló las palabras de Carmen. Era el muchacho que
venía ahora a desleír desde la esquina otro galano cantar: -La flor y la espiga dambos
y dambos un corazón...
Sobre el corazón la espiga,
sobre la espiga la flor... -¡Miren, miren el picaruelo qué bien
la ha salido! -¿Cómo se llama ese niño, Carmen? -Manuel, pero le conocen por Riselo. -¡Nombre de paje o de poeta! -¡De poeta, de poeta! ¡Ese hace mejores
versos que tú!... Y Carmen, riendo, desprendióse de Pineda y
entró brincando en la cocina".
[18]
El estilo
de su prosa, por último, tiende hacia las soluciones clásicas de los
maestros del Realismo -una frase cervantina, discursiva- con algún tinte
arcaizante (como el uso mayoritario del pronombre enclítico). El mayor
atractivo, sin embargo, se sitúa en el plano léxico que exhibe el profundo
conocimiento del escritor sobre su entorno lingüístico. El acertado
uso de localismos y palabras patrimoniales instala su estilo en los
aledaños del 98 (y recuerda en especial a Azorín):
“Va señalando las jaras con sus flores blancas
que dan la impresión de una lluvia de grandes mariposas y a cada planta
da su nombre serrano: aquí madroñeras; allá romeros; estos madreselvas;
más allá brezos; más lejos charnecas, y por allí torviscos, y más acá
bruzacas, y por este lado acebuches, y por este otro guaperos. Una flora
espesa, opulenta, exuberante, bravía. Calmios, bejucos, chaparras, coscojas,
aulagas, lentiscos. Y en el fondo de los barrancos, donde caen destrenzadas
las aguas ricas, salvias, mejoranas, poleos, berros, carrizos, bayuncos,
cañibuyes y la selva poderosa de fresnos, sauces, zarzamoras, rosalindos,
atarfes y mimbreras”
[19]
.
Si
la intriga amorosa ancla de modo inevitable la novela al pasado, la
visión del paisaje, en cambio, es nítidamente moderna. El carácter dinámico
de las descripciones, la atención a los cambios lumínicos, a la atmósfera
en que están sumergidos los objetos antes que a los objetos mismos acercan
la narrativa de Reyes Huertas a un
"modo de mirar" impresionista, comparable a los mejores
novelistas de su momento. Esto es, frente a las descripciones consideradas
como un “telón de fondo” propias del realismo, se ofrecen visiones del
mismo paisaje en distintos momentos del día, que de este modo,
al insertar el tiempo en el espacio, sí tienen sentido (la luz
los convierte en realidades “distintas”).
"Un resplandor, difusamente rosado, comenzó
a poco a esclarecer un punto del horizonte... Como una mancha de color
se fue extendiendo, y en el confín, donde la tierra parecía besarse
con el cielo, asomó un puntito
blanco que poco a poco, desdibujó sus líneas hasta formar un fragmento
curvo y brillante, como una lámina de plata. Luego, lento, silencioso,
aquel segmento de círculo fue levantándose de la tierra, y, casi de
súbito, se hizo una luna inmensa y solemne, que derramó por el paisaje
una claridad dulce y misteriosa" (Pág. 223)
[20]
[1] He aquí el repertorio de las colaboraciones de Reyes Huertas y de aquellas otras que enjuician su obra: “Primera novela de un gran novelista. “Lo que está en el corazón”, reseña de Roberto Alcocer (Año VI, nº 61, enero de 1919, págs. 28-32), “Romances floridos II” (Año VI, nº 63, marzo de 1919, pág. 175), “Los humildes senderos” (fragmento) (Año VI, nº 64, abril de 1919, págs. 206-208), “En la paz del campo. La vida de un poeta”, por A. de Mirabal (fechada en la Dehesa de Ortigas, 1919) (Ibidem, págs. 211- 215), “Romances floridos VI” (Año VI, nº 66, junio de 1919, pág. 142), “Sonata del sol” (poema) (Año VI, nº 69, septiembre de 1919, págs. 506-508), “Las víctimas” (Año VI, nº 70, Octubre de 1919, págs. 561-565), “La sangre de la raza. Un gran novelista extremeño”, reseña de S. G. (Ibidem, págs. 597-598), “Los moriscos en Extremadura” (nota histórica de R. H.), (Año VI, nº 71, noviembre de 1919, págs. 627-629), “Siluetas extremeñas. Federico Reaño” (Año VI, nº 72, diciembre de 1919, págs. 605-607), “La ciénaga” (fragmento) (Año VII, nº 105, octubre de 1920, págs. 3-8), “Semana Santa” (poema) (Año VIII, nº 389, marzo de 1921), “La sangre de la raza” (fragmento del cap. XVIII) (Año VIII, nº 402, junio de 1921), “¡El baile puede continuar!” (artículo) (Año VIII, nº 406, julio de 1921, págs. 3-7).
[2]
Segura
Otaño, E. Biografías 3.
Badajoz, Arqueros, 1951, págs. 18-19.
[3]
Segura
Otaño, E, Prólogo a Pétalos
de sombra. Badajoz, Arqueros, 1958, pág. 12.
[4]
Ibidem, pág. 15. [5] Segura Otaño, E. “Para un estudio crítico-biográfico de Reyes Huertas”, en Revista de Estudios Extremeños, IX-2, I-IV, 1953, pág. 294. [6] Fragmento inicial, en Revista de Morón y Bético Extremeña, nº 63, marzo de 1919. [7] Revista de Morón y Bético Extremeña, nº 66, junio de 1919, pág. 342. [8] Fragmento de “Sonata del sol”, Ibidem, nº 68, agosto de 1919, pág. 507. [9] Reseña a Lira provinciana, en Noticiero Extremeño (2 de diciembre de 1910)
[10]
Citado por Segura Otaño, E.
"Para un estudio crítico-biográfico del novelista Antonio Reyes
Huertas", en Revista de
Estudios Extremeños, IX-2,
I-IV, 1953, pág. 322. [11] Resulta de interés repasar los juicios, unánimemente elogiosos, de sus reseñistas en la revista: insisten (Roberto Alcocer, S. G.) en el entronque de su narrativa con el realismo español (Fernán Caballero y Muñoz Pabón en Andalucía, Ricardo León en Castilla), en el rechazo de los modelos naturalista franceses y de las imitaciones modernistas (una narrativa “abrevada en morbosas linfas, amancebada con el impudor y el exotismo, corroída por patologías eróticas y degeneraciones sexuales, si no todos, los más que están hoy en toldo y en peana”), en la ausenica de incidentes narrativos (obligada por la verosimilitud, de ahí el tiempo extenso de muchas de sus novelas), en la toma de apuntes del natural (paisajes y personajes), en la reiteración de los mismos tipos (por ejemplo, el de mujer virtuosa), en su enorme espíritu analítico y sus ideas acendradas y puras...
[12]
Basanta Reyes, A. "Estudio
literario" en Estampas
Campesinas Extremeñas, Madrid, Edit. Nacional, 1978, pág. 52. [13] Carta a Manuel Monterrey, citada por Segura Otaño, E. "Para un estudio crítico-biográfico del novelista Antonio Reyes Huertas", en Revista de Estudios Extremeños, IX-2, I-IV, 1953, pág. 326. [14] Animales melancólicos. Badajoz, Del Oeste Ediciones, 2001. [15] Pecellín Lancharro, M. Literatura en Extremadura, Tomo II, Badajoz, Universitas, 1981, pág. 184.
[16]
Cfr. el siguiente texto de Noticiero
extremeño, 12 de enero de 1919, sobre la conveniencia de formar
sindicatos católicos que contrarresten la pujanza del socialismo: "Entre
esas armas espirituales ocupan lugar eminentísimo los sindicatos católicos,
que son de suyo ideas buenas y acción buena. Solo no ha de permanecer
el obrero de nuestros días, porque de todas partes le convidan a la
asociación, y o elige casa crisitiana o los socialistas se lo llevarán.
Nótese que no sería discreto perder tiempo, pues se ha redoblado la
propaganda socialista, la cual prende con facilidad en el obrero de
poca o ninguna instrucción religiosa, a quien se le promete una transformación
social que ha de dignificarle y enriquecerle. Es de notoria urgencia
oponer a esta propaganda perturbadora e inicua la de los sindicatos
católicos, que por caminos de paz, sin negar ningún derecho, sin prometer
cosas imposibles, positivamente mejora la suerte de los obreros, y
la mejorarán más a medida que vayan adquiriendo más amplio desenvolvimiento
la Confederación nacional católico-agraria" (Editorial titulado "Contra el bolcheviquismo / Los sindicatos católicos", firmado R.) [17] En toda Europa se da en la primera década de siglo un regreso al mundo rural, del que participa nuestro autor con un ligero retraso. Piénsese en obras como Pelé el conquistador del danés Martin Andersen Defoe, Los campesinos del polaco Ladislao Reymont, Gentes de Juvik del noruego Olav Duun, La vida y la muerte de Karaveras, del griego Theotokis, La vida en el campo del rumano Duiliu Zanfirescu, La aldea arrebatada de Desiré Szabo (una requisitoria contra los latifundios, aparecida precisamente en 1919).
[18]
Fuente serena, Barcelona, Ed. Hymsa, 3ª ed., 1946, pág. 121.
Compárese con el siguiente pasaje de Sonata
de otoño:
"-¿Tienes
ahí a Florisel? -¿Florisel
es el paje? -Sí. -Parece
bautizado por las hadas. -Yo
soy su madrina. Mándamelo. -¿Qué
le quieres? -Decirle
que te suba estas rosas. Y Concha me enseñó su falda donde se deshojaban
las rosas, todavía cubiertas de rocío, desbordando alegremente como
el fruto ideal de unos amores que sólo florecieron en los besos".
[19]
Agua de turbión, pág. 200. La proximidad a la literatura noventayochista
se expresa en otras ocasiones mediante referencias concretas. Viento
en las campanas (1950 lleva como subtítulo “Aventuras, soliloquios
y mixtificaciones del doctor Mirio”, que recuerda el epígrafe de una
novela barojiana, Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre
Paradox (1901).
[20]
La revista incorpora una sola
estampa titulada “Las víctimas”, que presenta
una pequeña tragedia aldeana: la joven Isabel, engalanada por su madre
con vestidos que apenas pueden pagar, impelida a la coquetería en
contra de su propio talante, se ve, paradójicamente, rechazada por
todos los jóvenes, que ven con disgusto tal comportamiento (que ninguno
de ellos podrá costear). Si en las novelas el autor
comparece en la obra como actor: el narrador es un personaje que pertenece
a la ficción, que el escritor construye (como los incidentes narrativos,
personajes, espacio y tiempo), en las estampas es muy perceptible
la presencia del autor, de un testigo comprometido aunque sin protagonismo.
Responde al propósito “Esto vi”. Subraya la verosimilitud, el carácter
testimonial de lo relatado (perceptible en la presencia, redundante
en castellano, del pronombre sujeto: “Yo no me he engañado... Yo sé...”).
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Año 2003 -
2004
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